Es asombroso, casi increíble. ¡El Estado subsidia a uno de los hombres más ricos del mundo, que acaba de ser clasificado por Forbes como la segunda fortuna del mundo en 2 con 2023 mil millones de dólares!
Bernard Arnault, que, como todos los multimillonarios, ha creado su imperio mediático para controlar la propaganda, recibe subvenciones del dinero público: ¡¡¡14 millones de euros el año pasado!!!
Luego, este mismo multimillonario extenderá un pequeño cheque de 10 millones de euros a Restos du Cœur para hacer creer que es un gran filántropo, un hombre como el resto de nosotros, que lleva el corazón en la manga.
¿Cómo es posible conceder subvenciones públicas a un multimillonario que sigue multiplicando sus miles de millones? Simplemente debería estar prohibido por la ley porque está prohibido por la razón. En otras palabras, se trata simplemente de un saqueo del tesoro público por parte de una burguesía decadente y totalmente superficial.
El Estado encuentra la manera de subsidiar a los más ricos mientras afirma que no hay dinero para los más pobres que no tienen nada para comer.
Ampliamente retomada por los medios de comunicación, esta retórica está ganando, hay que reconocerlo, un éxito creciente entre la población que se pierde en acusar a los más pobres que él, mientras los más ricos se regocijan. Tanto es así que algunos de la izquierda, como Fabien Roussel, incluso coquetearon con él. Pero, en una inspección más cercana, nos damos cuenta de que este argumento se basa en una serie de clichés y que sirve para enmascarar otros problemas más profundos.
Algunos recordatorios.